Trove: la billetera digital para criptomonedas de Benjamin Hubert

Es casi imposible identificar con precisión el momento en que ocurren los verdaderos saltos tecnológicos. Ya pasó con la música: en menos de 20 años transitamos del vinilo a la nube, dejando atrás las cintas y los CD sin darnos cuenta del todo. Tampoco supimos exactamente cuándo Internet y la conectividad digital se apoderaron de casi todas nuestras formas de comunicación.
En 2009, como respuesta a un sistema bancario en crisis, surgió Bitcoin, la primera criptomoneda funcional y descentralizada. Aunque existieron propuestas previas como B-money o Bit Gold, que sentaron las bases conceptuales, Bitcoin fue la primera en operar con éxito de forma global y sin intermediarios. Se trata de monedas virtuales que pueden intercambiarse y utilizarse como cualquier divisa tradicional, pero que existen fuera del control de los gobiernos y las instituciones financieras.
Actualmente, existe una amplia variedad de criptomonedas, cada una con sus propias características, propósitos y comunidades. En torno a estos nuevos actores del sistema financiero ha surgido una cultura vibrante: desde aplicaciones digitales especializadas hasta personas que instalan equipos de minería en sus hogares. Aunque el mercado está saturado de opciones, solo unas pocas concentran la mayor capitalización y uso global, entre ellas Bitcoin, Bitcoin Cash, Ethereum, Litecoin, Ripple (XRP) y Dash.
Estas monedas virtuales son activos sin forma física, al igual que la llamada blockchain o cadena de bloques, un registro digital distribuido donde se almacenan de manera segura todas las transacciones realizadas con una criptomoneda determinada. No se trata de una base de datos tradicional, sino de un sistema descentralizado que existe simultáneamente en múltiples computadoras alrededor del mundo, garantizando transparencia, trazabilidad y resistencia a la manipulación.
Nos preguntamos: ¿qué podría hacer un diseñador industrial en este terreno?. Existen algunas aplicaciones físicas que intentan mantener este registro fuera de la conexión de Internet (offline), en pequeños dispositivos llamados billeteras de hardware, como el Trezor Wallet o la Ledgerwallet, que funcionan de la misma forma que un pendrive y son difíciles de piratear. Soluciones parecen que han sido pensadas como ‘cajas para la tecnología’, donde el diseño se limita a estilizar un ‘housing’ que comporta piezas electrónicas.
El diseñador británico Benjamin Hubert, fundador del estudio Layer Design, ha estado desarrollando el proyecto Trove, una cartera digital para criptomonedas que se complementa con una aplicación móvil, como parte de un nuevo emprendimiento en el ámbito de las tecnologías financieras (fintech).
En di-conexiones ya hemos publicado varios de los proyectos de Layer, entre ellos: Nolii, una colección de accesorios para telefonía móvil; la innovadora silla de ruedas GO, fabricada íntegramente mediante procesos de impresión 3D; la serie de contenedores de cerámica Pots; y el interesante sistema modular Scale, diseñado como separador de ambientes.
Aún en fase conceptual, Trove es un pequeño sistema de objetos que explora cómo podría integrarse el uso cotidiano de las criptomonedas en la vida diaria.

Se trata de un dispositivo portátil que proporciona una forma de almacenar y administrar monedas digitales para el gasto diario y el comercio.
El sistema se desbloquea mediante un ECG (electrocardiograma), un método biométrico de autenticación que reconoce el patrón único de latidos del usuario al tocar la zona de contacto ubicada en la parte frontal del dispositivo. A través de una conexión Bluetooth, la verificación se transmite al teléfono inteligente y permite el acceso a los fondos. A diferencia de otras billeteras de criptomonedas, que dependen de contraseñas complejas, Trove apuesta por una experiencia más segura, intuitiva y personalizada.



Trove está compuesto por un dispositivo portátil, intercambiable y fácil de manipular; una aplicación sencilla e intuitiva; y una base de carga por inducción.

Una exploración de texturas, formas y materiales dentro de un sistema más humano. Tecnología que se mimetiza en piezas y accesorios para vestir. Desde el punto de vista funcional, se asemeja a llevar la “billetera” o la llave de casa expuestas, en lugares visibles del cuerpo. Similar a las tarjetas de identificación con acceso digital que utilizan los empleados, colgadas del cuello o sujetas al borde del pantalón.

Es posible que un proyecto como Trove ayude a comprender mejor el uso de las criptomonedas.

Cuando los productos comienzan a desplazarse desde el entorno hacia el cuerpo —como ocurre con el auge de los wearables— se abren nuevas oportunidades para el diseño. En ese cruce, surgen conexiones interesantes entre la moda y la joyería, disciplinas tradicionalmente dedicadas a la creación de objetos para el cuerpo.
Al mismo tiempo, emergen nuevas preguntas. Si pensamos el cuerpo como una ciudad o como un espacio inmobiliario, se vuelven evidentes las zonas de mayor valor, ya sea por su accesibilidad o visibilidad. En ese sentido, la muñeca bien podría considerarse la Quinta Avenida de Nueva York: un territorio que el reloj de pulsera ha ocupado por más de un siglo.
Si todas las propuestas digitales siguen eligiendo la muñeca como lugar de anclaje —como ya lo hizo Apple al recuperar el reloj como accesorio— pronto podríamos enfrentarnos a conflictos de uso entre productos corporales, o incluso a la necesidad de regular las funciones de los wearables para evitar interferencias o solapamientos.

Información
Layer Design / Benjamin Hubert
www.layerdesign.com