Snuffers: extintores de vela, un relato sobre luz, interacción y autonomía en objetos perdidos

Los candle snuffers de plata de la firma sueca Vekvaka.

«La oscuridad, nuestro terror primordial, estaba a punto de perder su dominio», escribe el periodista británico Jon Henley en su artículo Life before artificial light, un texto que habla del uso de gas para el alumbrado público en la ciudad y de los primeros pasos de la revolución industrial, hacia finales del siglo XVIII. Hoy, es difícil concebir el mundo sin la presencia de la electricidad continua y de la bombilla eléctrica, el controversial y crucial invento del siglo XIX que se le atribuye a Thomas Alva Edison. Las velas «durante muchos siglos, fueron el principal medio de iluminación en todo el mundo» apunta el economista canadiense Peter Tertzakian en su libro “The End of Energy Obesity“. Así, antes del interruptor que apaga la luz en casa, el mundo de la noche fue ocupado por el fuego de las velas y las sombras temblorosas de la llama.

Las velas fueron parte fundamental en los rituales y en la mayoría de las religiones, un sentido especial que comenzó por la necesidad de la luz en las ceremonias, los servicios y en la construcción de templos. Los cirios, como se les llama a las velas de cera, serían luego parte fundamental en los ejercicios de fe. En nuestros días, la presencia cotidiana de un objeto que, de manera primitiva produce luz, ha quedado como símbolo de la emergencia o de la carencia. No solamente la luz, pero también el tiempo. Los relojes de vela aparecieron en el año 520 d.C. «Además de indicar la hora, las velas también servían como despertadores. Los usuarios ponían clavos de metal en una vela en el intervalo de tiempo deseado y colocaban la vela en un soporte de metal. Una vez que la cera se derretía hasta el nivel deseado, el clavo caía sobre la base de metal, provocando el ruido suficiente para funcionar como una alarma», escribió la periodista Regina Sienra para My Modern Met. Las velas mantienen su vigencia en los actos conectados con la fe o todavía como difusores de aroma con la quema de sustancias, pero desaparecieron del paisaje del hogar hace poco más de 100 años y con ellas toda la parafernalia en torno su uso.

Dos grupos de objetos aparecen, sin contar con los procesos de fabricación de las propias velas. Platos, contenedores y bandejas que han servido para contenerlas y moverlas o para llevar la luz de un lugar a otro, individualmente o en grupos en forma de candelabros. Ahí podemos pensar en la evolución de la interacción y la manipulación de objetos conectados con la luz, con la energía. De la experiencia que tuvimos como civilización y que tenemos usando velas en la vida cotidiana. Desde caminar llevando una antorcha o un azafate con una vela, hasta empuñar una linterna con baterías mientras caminamos. Una colección de pequeños objetos conectados con la energía, la movilidad y la sostenibilidad.

El segundo grupo y el que nos ocupa aquí se refiere a las formas de encender y/o apagar una vela, lo que hace hoy un interruptor con la luz. Estos dispositivos en forma de campanas, conos y cascos se han utilizado para apagar velas durante siglos y simplemente cortan el suministro de oxígeno de la llama para apagar la vela de forma rápida y segura. Son llamados candlesnuffers o ‘apagadores de vela’, implementos dedicados a extinguir el fuego de las velas. Estos apagadores aparecieron con formas complejas y particularmente en escenarios de privilegio y lujo donde el adorno tomó cuenta de su estética. Unos con rampas concéntricas y automáticas que se cierran de golpe y aíslan el hollín de la mecha. Otros guardarían el rapé en una cavidad inferior, cuando apareció la tipología de las tijeras.

Candle Snuffer, 1700–1800. Colección del The Metropolitan Museum of Art.

Lejos de ser hoy objetos de uso cotidiano y obligatorio, formas contemporáneas de estos adminículos han aparecido en ejercicios de diseño o en el rescate de objetos tradicionales casi perdidos por el desarrollo de la tecnología. Lo vemos el LUMIS Snuffer de la colección Lumis para la marca Georg Jensen, un diminuto objeto de acero inoxidable en forma de dedal del diseñador danés Sebastian Holmbäck y un ejemplo de las formas en el diseño escandinavo con objetos antiguos.

LUMIS Snuffer, Sebastian Holmbäck.

Objetos automáticos

Las ideas de lo automático han sido una parte importante para entender la interacción con los objetos. Los movimientos autónomos de las máquinas han fascinado al hombre desde tiempos remotos. Ese embrujo que tienen los mecanismos automáticos está relacionado con la idea de las máquinas con ‘alma’, especialmente a la genialidad de estructuras como los relojes. Aunque las cosas automáticas han dado espacio al exceso de confort, también es cierto que mientras las máquinas operan solas hay más tiempo para pensar en otras cosas. Los automatismos agregan nuevas experiencias en el diseño de los objetos y han construido un espacio de interacción que aporta el colosal concepto de la autonomía. Un hito de los mecanismos automáticos es el ‘Digesting Duck‘ (Canard Digérateur) el artista francés Jacques de Vaucanson fabricado en 1739 y se convirtió rápidamente en su creación más famosa por su metáfora realista y su precisión artesanal.

Digesting Duck‘ (Canard Digérateur), 1739. Jacques de Vaucanson.

Este raro snuffer automático de la época victoriana, patentado en c. 1840 por la extinta distribuidora británica Merry, Phipson & Parker y que dio origen a este texto, es una pieza sencilla de latón y llena de ornamentos que apaga la vela como en un aplauso, usando resortes.

Extintor victoriano de latón patentado por Merry, Phipson & Parker en c. 1840 [imagen:  Bonhams]

En 2016 el noruego Lars Beller Fjetland diseña The Moment un candelero para la colección de la marca danesa HAY. Una interpretación contemporánea de esos snuffers automáticos del siglo XIX, en una pieza fundida en acero, donde el mecanismo para apagar la vela es una celebración del gesto del péndulo y la gravedad que utilizan algunos de los más interesantes apagavelas en la historia.

The Moment, 2016. Lars Beller Fjetland.

Una historia llena de estos objetos perdidos que han estado incrustados en las costumbres y recogen las posibles pistas de los nuevos artefactos. Los objetos se transforman o desaparecen, pero dejan conceptos esenciales de nuestra relación con el mundo. La invención está cerca del diseño, pero no inventamos todo cada vez que diseñamos.

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