Resistencia: el diseño en la protesta política y estética
Es difícil imaginar a Laszlo Moholy-Nagy discutiendo sobre el significado de las imágenes o a Marcel Breuer concentrarse en la experimentación con tubos doblados para piezas de mobiliario, que luego se convertirían en verdaderos íconos del diseño, pensando que en cualquier momento algún oficial de la Gestapo tocaría la puerta del taller. Más de 400 artistas y diseñadores participaron como docentes en la construcción de la Bauhaus en Weimar, una de las más importantes escuelas de diseño del siglo XX, «hasta que finalmente en 1933 los últimos profesores de la escuela decidieron cerrarla antes que trabajar con los Nazis», escribe Nicholas Fox Weber, historiador y Presidente de la Josef and Anni Albers Foundation, en su artículo Deadly Style: Bauhaus’s Nazi Connection de 2009.
Durante los años siguientes al fin de la I Guerra Mundial, el primer gran conflicto internacional del siglo, y hasta la explosión de la 2da. Guerra mundial en 1939, se vivieron 20 años de un periodo de suspensión de las hostilidades del conflicto bélico y surgió en Alemania esa experiencia académica que dejaría su impronta en las bases del movimiento moderno.
El diseño en la protesta cambia de signo cuando aparece la propaganda. La posición política e ideológica de quienes crean los instrumentos de comunicación obedece a valores individuales y la política capitaliza estos esfuerzos. Lo vimos en las poderosas imágenes de la revolución bolchevique y aparecen en las terribles acciones de gobiernos autoritarios y dictaduras militares que se han impuesto en todo el mundo en los últimos 100 años. De la belleza y el diseño en la Bauhaus, comenta Fox, diseñadores como Franz Ehrlich trabajaron en diferentes circunstancias para los nazis. Fritz Ertl, otro insigne estudiante de Weimar, se convirtió en oficial de los SS y diseñó las cámaras de gas del campo de concentración de Auschwitz.
En la protesta y en las manifestaciones de calle, la gráfica reivindicativa acompaña las acciones ciudadanas. El diseñador catalán Nacho Clemente escribe, en el extracto del catálogo de la exposición Agitadores de Conciencia y publicado en la revista Monográfica: «recientes conflictos bélicos como la guerra de Irak, las prácticas poco éticas de conocidas multinacionales o la represión hacia los ciudadanos por parte de gobiernos que no respetan los derechos humanos, han provocado múltiples movilizaciones en todo el mundo que ponen de manifiesto la influencia que pueden alcanzar hoy las organizaciones no gubernamentales y los movimientos sociales en la opinión pública y el poder que pueden llegar a tener estos en las decisiones políticas».
Los museos han abierto las discusiones sobre las relaciones entre el diseño y la violencia. Recientemente el Design Museum en Londres adquirió para su colección permanente un Avtomat Kalashnikov 47, más conocido como AK-47, el rifle de asalto del inventor y diseñador de armas de origen ruso Mikhail Kalashnikov Timofeyevich, quien ganó un concurso estatal en 1947. El MoMA por su parte tiene un espacio de discusión y reflexión llamado Design and Violence, desde donde se exploran las relaciones entre el diseño y la violencia.
En la exposición Disobedient Objects, una muestra con un centenar de objetos preparada en el Albert Museum de Londres en 2014, se examinó el poderoso rol de los objetos en los movimientos de cambio social, al mismo tiempo que se puso en evidencia como el activismo político impulsa una riqueza de ingenio, diseño y creatividad colectiva, que ponen en jaque la desgastada discusión entre arte y diseño. Allí aparecieron las máscaras contra el sexismo y el racismo en la industria de las artes, del grupo feminista Guerilla Girls de NYC, y los grandes globos plateados diseñados por Artúr van Balen, del grupo Eclectic Electric Collective y fundador de la plataforma Tools for Action.
En escenarios de conflicto político, la postura individual se reconoce por el lado de la mesa que finalmente se decide tomar. En algunos casos con total conciencia de las estructuras de poder que están en juego, en otros no sabemos si la incapacidad de medir las consecuencias políticas y económicas es tan poderosa como el cinismo que se necesita en la lucha por el poder. La comunidad del diseño no está exenta de esta circunstancia, pero el oficio contribuye a la selección de los medios para la expresión, para las acciones de protesta. Así, para artistas y comunicadores visuales que desarrollan artefactos de comunicación, las propuestas navegan con solvencia en la producción de material gráfico.
Las expresiones de protesta, al menos cuando no entran en el terreno de la violencia asimétrica del Estado contra la población en la calle, son básicamente un acto de comunicación, donde la seguridad personal no debería estar en discusión y los mensajes funcionan como instrumentos de diálogo. Las Redes Sociales y el fenómeno de la Internet han producido un poderoso y complejo caldo de cultivo en los procesos de participación ciudadana. Lo vemos en las fantásticas imágenes creadas para causas sensibles como la violencia contra la mujer o en las impactantes y bien diseñadas campañas de concientización en todo el mundo.
En Venezuela, un grupo de la organización Manifiesta, encabezado por las diseñadoras Carolina Arnal y Waleska Belisario del Taller de Diseño ABV, desarrolló un conjunto de carteles políticos a favor del Voto, para las elecciones de 2006. Se trataba de «un proyecto de representación visual propagandística tendiente a la creación de conciencia política y al estímulo de la participación ciudadana para propiciar un giro democrático en el país».
En las acciones de calle y de protesta activa, el DIY (hágalo usted mismo) ya no es una estrategia de diseño prescrita sino una actividad natural, probablemente más conectadas con los movimientos de los años sesenta que dieron origen a esta práctica. Como en el trabajo de la gente de Barnbrook, el DIY y la democratización del diseño en el Open Design, la gente recibe directamente los objetos de la propuesta en un conjunto de instrucciones que funcionan con el carácter viral de las protestas.
En el otro lado de la mesa del clima político venezolano, embarcados en las estrategias de la Guerrilla, identificados con la propaganda y la ideología de los líderes políticos del gobierno e ‘inspirados’ en las acciones de arte urbano que se hicieron famosas con el trabajo del controversial artista británico Banksy, aparece el grupo aparentemente desactivado Guerrilla Comunicacional.
La protesta y la estética en diferentes escenarios
En la década de los setenta, surgieron en la escena del diseño internacional colectivos como el Studio Alchimia fundado por el arquitecto italiano Alessandro Mendini y sus amigos Ettore Sottsass, Andrea Branzi y Michele De Lucchi. Este colectivo daría origen en los ochenta al grupo Memphis, fundado por Sottsass. Estos grupos junto a Archizoom, Superstudio, Gruppo Strum y 9999 formaban parte del diseño radical, con propuestas impregnadas de cuestionamientos hacia el movimiento moderno y el consumismo. Nacieron objetos del anti-diseño o del diseño radical, que protestaban contra los preceptos racionales de la modernidad en términos estéticos y en contra del creciente consumismo en el terreno económico. Los autores de estas ideas posmodernas, en una especie de sátira colorida y barroca de objetos, se debatían si los productos debían o no ser producidos industrialmente o mantenerse como piezas de un manifiesto.
Los asuntos políticos y el activismo estuvieron siempre en las agendas de grupos de diseñadores. Hoy, eventos internacionales como What Design Can Do incluyen capítulos sobre política en el temario de conferencias, junto a grandes asuntos como el cambio climático, la crisis humanitaria o el problema de los alimentos en el mundo.
Recientemente tuvimos la oportunidad de conversar con el diseñador y artista plástico chileno Sebastian Errazuriz, durante una presentación en la Escuela de Diseño Industrial de Pratt Institute, donde conocimos buena parte de su trabajo que se mueve entre el arte y el diseño. En 2012, en ocasión de las acciones del Movimiento Wall Street en NYC, Sebastian desarrolló una colección de 12 sillas plegables de madera con doble propósito: proporcionar a descanso a los manifestantes en una pieza del tamaño de una pancarta de propuesta. Esta propuesta plástica en realidad utilizó una simulación de un producto cotidiano y multifuncional, como una plataforma para buscar fondos entre coleccionistas de arte. Una operación con diseño para el 99% dirigido al 1% de la población. Aquí, aunque sea desde el arte, un objeto tridimensional para la protesta.
La difícil tarea de producir ideas contundentes y convertirlas en artefactos que la gente necesita se manifiesta de formas diferentes en tiempos de guerra y en tiempos de paz. Mientras los diseñadores estamos comprometidos de forma personal en las luchas ciudadanas, hay un trabajo conectado con la belleza y los principios fundamentales del diseño que no pueden formar parte de la negociación para la paz. Así como en la música debemos continuar buscando nuevas respuestas de lo sublime o en el arte insistir sobre la exploración del espacio estético, en el diseño todavía necesitamos ejercitar las operaciones que permiten construir el puente entre la tecnología y la gente, entre la eficiencia y la belleza.
En el artículo El DIY: de la protesta al diseño disruptivo que escribimos en 2015 para la Revista Proyecta 56 en España, mencionamos esta experiencia académica con alumnos de la escuela de diseño industrial de Pratt Institute en NY. El Kit de Supervivencia de Protestas surgió como una de las pocas acciones posibles que se pueden hacer desde el espacio de la tridimensionalidad. Un ejercicio de diseño que, más allá de la exploración geométrica y constructiva del sistema, permitía discutir con los alumnos el rol de los diseñadores en escenarios de conflicto: ‘Diseñar para que la gente diseñe’ es definitivamente uno de los espacios de trabajo más desafiantes, para quienes ponen en las manos de millones de personas en todo el mundo la posibilidad de participar en la construcción del planeta.
El Diseño Especulativo o Critical Design ha servido para construir nuevas preguntas sobre el futuro, forzando escenarios paralelos y diseñar para esas realidades. En 2014 se realizó el Taller Failed States en la Geneva School of Art and Design – HEAD Genève en Suiza, impartido por Anab Jain y Jon Ardern del estudio británico Superflux.. Una exploración de cómo las visiones políticas del futuro no explican la complejidad del mundo y el Estado falla en las promesas de gobierno.
La participación de los diseñadores en los mecanismos de protesta para un mundo más democrático está en la discusión. Esta semana, con de actos de protesta en todo el mundo, atentados, acciones de guerra y el clima político que se vive en cada país, los conocidos profesores e investigadores Victor Margolin y Ezio Manzini hacen una propuesta a la comunidad del diseño para reflexionar y actuar en relación a la democracia: Open Letter to the Design Community: Stand Up for Democracy. Desde este espacio apoyamos esta propuesta.
En el sensible y fascinante tema de diseño en la protesta política y sus relaciones con la estética, el diseño queda suspendido en una zona de alta fragilidad, donde se evidencia que la Guerra y el Poder han hecho y hacen mejor uso del diseño de productos. La calidad e impacto de los artefactos diseñados en las operaciones de protesta proponen nuevas estrategias en los procesos de diseño. Creemos que es fundamental, así como lo hicieron profesores y alumnos de la Bauhaus, continuar con firmeza y profundidad en el desarrollo de nuevas maneras de hacer diseño en tiempos de adversidad. La eficiencia y la belleza adoptan los mismos valores de la libertad o de la democracia.
Excelente artículo, generoso en datos y referencias. Gracias