Relatos sobre el diseño industrial en Latinoamérica: 10 – Hugo Legaria, un diseñador todoterreno
El caso de Hugo Legaria sirve para ejemplificar qué ocurre cuando el diseño y la industria dialogan para crear productos que impactan positivamente en la vida de las personas. Además, demuestra el potencial que tiene el diseño argentino cuando se practica con profesionalismo.
Nacido en Urdinarrain, Entre Ríos, comenta que «se siente diseñador desde que tiene uso de razón». Siendo niño, se interesaba por desarmar y armar objetos, transformar sus juguetes, y pasaba horas inmerso en los fascículos de la tradicional revista Mecánica Popular, con la cual comenzó su fascinación por el funcionamiento de los objetos y los procesos industriales.
En su adolescencia frecuentaba talleres de herrería, tornería y carpintería. A cambio de cebar mate, se nutría de oficios que le permitieron ver la importancia de dialogar con actores portadores de conocimientos tácitos, que posteriormente le ayudarían a resolver, de manera creativa, productos de alta complejidad a través de lo que él denomina “eclecticismo tecnológico”. En términos generales, se trata de una estrategia tecnológica que permite emular y sustituir materialidades y procesos utilizados en una gran escala de producción, para ser adaptados en escenarios en los cuales los recursos y el alcance son más limitados.
La curiosidad por la fabricación de objetos lo llevó a anotarse en la carrera de Diseño Industrial, en Universidad Nacional de La Plata, de donde egresó en 1979. Allí también pudo adquirir conocimientos en otra de sus facetas favoritas: la del Diseño en Comunicación Visual.
«En esa época, Diseño Industrial y Comunicación Visual tenían materias comunes. Yo quería seguir las dos carreras. Era un ritmo exigente, se cursaba de lunes a sábados y aprendí muchas cosas que aplico hoy en día cuando trabajo en el armado de una marca y en la identidad corporativa de un cliente», afirma. A su modo de ver, «el diseño no tiene un límite entre la gráfica y el producto».
En 1980 se incorporó al Centro de Investigaciones de Diseño Industrial (CIDI), dependiente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), a través de quien era su director, Julio Colmenero. Allí se desempeñó hasta 1986. Además de aplicar las investigaciones que generaba el INTI, se encargaba de asesorar empresas particulares para potenciarlas a través del diseño industrial en un esquema de intervención única.
Según cuenta Legaria, con Colmenero siguió profundizando aspectos vinculados a la gráfica y la imagen de producto que hoy son fundamentales en su práctica profesional.
Si bien el modo en que Legaria estableció su primer vínculo con el diseño es casi prototípico -es decir, la idea romántica de niño curioso que arma y desarma cosas-, logró desarrollar una visión integral y desprejuiciada del diseño, y no ignora que se trata de un fenómeno plural, al punto de afirmar que «no hay un solo diseño, sino que hay muchos diseños».
Desplazar la línea del horizonte
En los relatos abordados hasta ahora está muy presente la idea del entrecruzamiento entre el mundo utópico y el mundo real que tienen los diseñadores a la hora de innovar. Sobre este punto, Legaria explica que «cuando nos llega un proyecto al estudio, buscamos transmitirles a los miembros del equipo una premisa y es que, ante lo nuevo, debemos proponernos correr la línea del horizonte y ver qué hay más allá», porque «lo que ya hicimos, ya está hecho, y se transforma en el punto de partida del proyecto siguiente».
Para lograr este objetivo es necesario vencer el miedo a la incertidumbre. Lejos de hacerlo con una actitud quijotesca, asegura que esa búsqueda de mejora continua se basa siempre en no tener miedo, o bien, en «tener un miedo administrado y con los pies sobre la tierra. Para eso es necesario formarse o rodearse de gente que esté capacitada para resolver esa nueva problemática».
Esa manera obsesiva y exigente de concebir al diseño se ve reflejada en su práctica cotidiana. En ese sentido, señala que «hoy por hoy participo de todas las etapas del proceso. Diseñamos desde el concepto hasta la décima de milímetro, generando la documentación para producción e interacción con los fabricantes, matriceros, etc.».
Agrega que «es un proceso desgastante pero que genera un valor diferencial para el cliente, ya que se trata de proyectos cerrados». Sostiene que trabajar de ese modo «implica tener muchísima certeza en las decisiones que se toman y eso, con el tiempo, se transforma en seguridad a la hora de diseñar y en ser desprejuiciado ante un proyecto nuevo».
Por otro lado, comenta que «siempre trabajé por encargues de comitentes específicos que traen una necesidad. Me gusta la incomodidad de que me lleguen desafíos que no sé a dónde me van a llevar». Además, actualmente «la experiencia adquirida se traduce en confianza y trato de trabajar en lo que quiero trabajar. Tengo una estructura muy pequeña, con la cual produzco menos, pero hago lo que quiero».
En tanto, apunta que «cuando uno tiene una estructura más grande, es más complejo porque siempre debe ingresar trabajo para mantener dicha estructura». De este modo, «produzco menos, pero puedo elegir los trabajos que quiero hacer».
Subsidiar el diseño de productos
Legaria tiene una especial admiración por el Diseñador Industrial, Profesor y Escritor español André Ricard, a cuál define como un “todoterreno”. Sobre esta cualidad, Isabel Campi afirma que: «Hay diseñadores multiterreno, es decir, que llevan a cabo una actividad más bien generalista, aunque también existen otros que se centran en una o dos áreas, o que están, sencillamente, especializados en un solo campo» y agrega:
«…es indudable que la sofisticada maquinaria industrial y comercial tiende a reclamar diseñadores cada vez más especializados, pero también es cierto que hay un cierto estado de opinión según el cual hay que mantener vivo al diseñador generalista si no queremos que el diseño pierda para siempre la actitud integradora y crítica que tuvieron los grandes pioneros. Los diseñadores muy especializados son necesarios porque conocen mejor que nadie su campo de trabajo, sobre todo desde el punto de vista técnico y empresarial, pero al mismo tiempo, los diseñadores generalistas tienen una visión más amplia de su actividad y son más adaptativos frente a situaciones del mercado de trabajo» (Campi, 2020, p. 32).
Podemos decir que esa influencia se reconoce en el modo en que Legaria concibe y practica el diseño industrial desde sus inicios.
Luego de la experiencia CIDI-INTI, en 1982 fundó el estudio KLA (Kogan – Legaria – Anido), con quienes trabajó hasta el año 2003. Posteriormente, fundó Legaria D&E, vigente hasta 2020, año en que el proyecto devino en Legaria Consultores.
Sobre sus comienzos, apunta que «en la época de KLA, había una estructura irrepetible, con recursos humanos y materiales que nos permitieron innovar y probar cosas nuevas. Encarábamos cualquier cosa, y dábamos un servicio integral que nos permitía vincularnos con otras especialidades como la publicidad y la comunicación, por ejemplo».
Haciendo un balance de esa experiencia, afirma que «desde el punto de vista del negocio no fue una estrategia demasiado acertada, pero desde el punto de vista del crecimiento profesional fue valiosísima y aprendimos mucho».
En relación con la mirada integral que desarrolló desde la época de KLA comenta que «siempre reivindico la no-especialización en la que yo me he movido toda la vida» porque «la mirada que uno tiene ante cualquier tema es más fresca que la que tiene un súper especialista». Argumenta que «eso lo he comprobado trabajando como consultor de empresas que, si bien tienen equipos internos de diseño, con el tiempo se enfocan demasiado en su producto, su competencia, su mercado y no tienen más inputs que provengan de otro lado».
En la actualidad Legaria Consultores brinda servicio integral de diseño.
Considera que «el producto es el puntapié inicial. Luego ese producto necesita una marca, una estrategia de comunicación y todo el programa de identidad corporativa que lo acompaña». De hecho, deja al descubierto un aspecto digno de ser revisado, cuando afirma que «el diseño de producto es el menos rentable de todos. Al menos de la manera que yo lo práctico, con alto grado de ‘obsesividad’ y exigencia».
Amplía que «puedo decir que todo ese trabajo que realizamos los diseñadores, no se paga. Uno parte de una hoja en blanco y trabaja con presupuestos cerrados que no contemplan los vaivenes que ocurren cuando se desarrolla un producto, sobre todo en un país como Argentina» pero remarca que «a pesar de eso, son los proyectos que más placer me dan».
De este modo surgen otras actividades complementarias tales como el diseño gráfico, de packaging, la producción de folletería, entre otras, que permiten «subsidiar al diseño de producto».
Respecto a su accionar casi obsesivo y a su etapa de formación académica, indica que la importancia de «haber tomado plena conciencia de que las capacidades tecnológicas son las que permiten a un diseñador expresar a pleno su potencial creativo». Sostiene que «cuando hablo de capacidades tecnológicas no me refiero a herramientas digitales, que sin duda son muy útiles para crear realidades virtuales, sino al conocimiento profundo, casi obsesivo, que nos deberían despertar los materiales y sus procesos de transformación».[1]
El pensamiento de diseño
Al entrar en el debate sobre el Design Thinking, Legaria advierte que si bien este enfoque logró gran visibilidad (a través de estrategias efectivas de marketing) en sectores integrados por no-diseñadores (empresarios, organizaciones, etc.), es sorprendente la relevancia que se le ha dado en el ámbito del diseño propiamente dicho, cuando en realidad los conceptos que transmite son «los mismos que aprendimos nosotros en la Universidad de La Plata cuando era estudiante».
«Es llamativo el hecho de que el pensamiento de diseño, cuyos pilares (definición, ideación, empatía, prototipado, testeo) están implícitos –quizá bajo otras denominaciones– en la metodología con la cual muchas generaciones aprendimos a pensar un proyecto, hayan adquirido el estatus de algo parecido a una ‘nueva metodología’ para pensar el diseño», señala.
Explica que «que esto prospere en el campo de los no diseñadores me parece perfecto, porque podría ayudar a cualquiera a pensar en los términos en los que lo hace un profesional. Me hace ruido que en parte del mundo del diseño sea percibido como un nuevo modo de pensar».
Para Legaria, el pensamiento de diseño «es una lógica de pensamiento que sucede naturalmente y que es inherente a cualquier persona que tiene que resolver un problema. Es aquello que se puede reconocer en el trabajo de diseñadores como Richard Sapper, André Ricard, Dieter Rams, por citar sólo algunos».
«Por otro lado, este concepto surge en entornos que gozan de presupuestos que tienen la posibilidad de destinar parte de esos recursos a llevar a cabo esa investigación y recurrir a súper especialistas, mientras que, en nuestro caso, lo hacemos de una manera casera», indica y refuerza que «nosotros diseñamos acá, para nuestros mercados, para nuestros presupuestos y nuestra escala».
«Sin ir más lejos, en el proyecto de la Servocuna de Medix, nosotros hacíamos ese proceso de análisis, seguimiento, y de ‘mirar sin que nos vean’, para observar el modo en que esos usuarios interactuaban con los productos», apuntó.
Construir confianza
Es famosa la frase del pianista y compositor Keith Jarrett, donde afirma que «creer que la música proviene de la música es como creer que los bebés provienen de otros bebés».
Aplicada al diseño, la frase sintetiza la importancia de que esa disciplina se nutra de diversos conocimientos y experiencias que en apariencia son ajenas pero que colaboran a la formación profesional integral. En este punto, el entrevistado considera que «la confianza con el cliente se gana cuando éste siente que está frente a un interlocutor que no sabe sólo de diseño, y que puede hablar de otros temas».
«El cliente debe sentir que uno sabe donde está parada su empresa, su competencia, quién es quién en ese mercado. De ese modo, uno es percibido como un profesional, y no simplemente como un diseñador», amplía.
Además, menciona la importancia de este enfoque cuando se trabaja en el planteo de de una identidad corporativa. «Generar una marca, implica tener todo un bagaje de conocimientos más amplio que los propios conocimientos del diseño. Es la única manera de formar parte de la toma de decisiones dentro de la empresa, lo cual es más complicado en las empresas más grandes, pero con el tiempo se logra», afirma.
Diseñar es mover una “rueda cuadrada”
Hugo Legaria es modesto. Es claro, preciso y pedagógico al hablar. Eso se refleja en el modo en el que muestra sus productos. Con cada uno, esgrime una breve memoria descriptiva que contextualiza al producto exhibido, contribuye a crear cultura de proyecto y a entender su complejidad.
En su relato, coincide con Analía Cervini en ese proceder artesanal que tienen los proyectos de diseño. Isabel Campi (Campi, 2020, p. 24), afirma que «más que un artista el diseñador es un artesano del proyecto, en el sentido de que cada uno esos proyectos son únicos e irrepetibles». Por su parte, el entrevistado comenta que «con el tiempo, uno suma experiencia, aprende de los errores y aprende cosas. Eso se convierte en una forma de encarar los problemas y deviene en metodología. Incluso la acumulación de proyectos hace que los problemas que se resuelven tengan relación con una experiencia ya vivida, eso hace que no sea una experiencia completamente nueva y uno ya sabe por donde pasa la complejidad de ese problema que está resolviendo».
Legaria se considera un emprendedor y eso se evidencia en la capacidad de auto aprender que mencionábamos antes. Como ejemplo, Legaria recupera una anécdota con un cliente: «Nuestro cliente decía que diseñar era una mover una rueda cuadrada, en el sentido del esfuerzo que cada nuevo cliente/proyecto implica en términos de conocer su cultura, su infraestructura productiva, mercado, recursos humanos, proveedores, competencia, etc. y que cuando un proyecto termina todo ese ciclo debe aprenderse nuevamente seguramente en un contexto con otras particularidades».
En conclusión, Hugo Legaria parece haber recogido el legado de sus referentes del diseño, como así también de los colegas con los que trabajó e incluso con los que él denomina “héroes anónimos”, que son aquellas personas que poseen un oficio y han sido fundamentales para desarrollar productos de calidad bajo el y mencionado “eclecticismo tecnológico”.
Esa sensibilidad lo transformó en un todo terreno, y le permitió desarrollar una mirada integral, para abordar problemas complejos y productos que como él dice, «contienen muchos subproductos», y que, paradójicamente, implican que en su resolución convivan muchos diseñadores dentro de un mismo diseñador. Ahí radica, a nuestro entender, el éxito de este todo terreno del diseño argentino.
Referencias
Campi, I. (2020). ¿Qué es el diseño? G. Gili.
Conversaciones: Entrevista realizada por Pablo Bianchi y Marco Sanguinetti. 17 de junio de 2020. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=7ajiDlo3cy8
[1] Entrevista Revista Tableros Recuperado de: http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/20290/Documento_completo.pdf?sequence=1&isAllowed=y
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Legaria Consultores
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