Newton-Rider™ N1: el casco de bicicleta compacto y flexible para la ciudad

La historia del casco es fascinante. La protección de la cabeza, la cara y el cuello ya eran una preocupación en las civilizaciones de la antigua Mesopotamia 2300 años a.C.. Allí aparecieron las primeras estructuras para proteger a las personas en las batallas. Al principio eran hechos individualmente y las primeras versiones producidas en masa fueron usadas por soldados asirios alrededor del año 900 a. C., principalmente hechas de bronce y protegiendo de golpes de espada y flechas. Los cascos para la guerra se hicieron más populares desde el siglo XXI y gradualmente incorporando mejoras hasta la segunda guerra mundial.

Hasta finales del siglo XIX, la mayoría de los trabajadores en las minas usaban una gorra de lona que no brindaba protección contra la caída de objetos o golpearse la cabeza contra un objeto. En 1882, la compañía británica The Patent Pulp Manufacturing Co. producía el primer ‘sombrero rígido’ a partir de pulpa de papel para proteger a los trabajadores.

La innovación más importante llegó probablemente en 1917 con la idea de la suspensión: “acunar” (cradle) el cráneo y separarlo de la cubierta de espuma. Así, las tiras de tela formaban un patrón dentro del casco que absorbían y distribuían mejor el impacto y permitían la ventilación. Esta invención se le atribuye al entrenador germano estadounidense Robert Carl Zuppke.

Esta solución, originada en el deporte, fue adoptada por las grandes constructoras para proteger a los trabajadores. Tanto en la construcción de la represa Hoover Dam como en el puente Golden Gate en San Francisco, durante la década de 1930, el uso de cascos rígidos con cradle se convirtió en obligatorio.

En los deportes de impacto, como el futbol americano, el hockey o el motociclismo, la protección de la cabeza ha producido una de las tipologías en el diseño más conocidas por todos: el casco. La combinación con la movilidad en la ciudad ha generado un espacio para el diseño industrial muy interesante, que confronta temas fundamentales de seguridad, confort y apariencia.

Hemos visto muy buenos proyectos de cascos. Algunos muy exitosos en el mercado como el Closca Fuga, el casco plegable del estudio español CuldeSac, o el casco Classon con algunos componentes de electrónica, del diseñador argentino Manuel Sáez y su equipo de Beyond en Brooklyn.

Hemos publicado aquí algunos de los proyectos que conectan ese accesorio de seguridad personal con los temas de las conmociones cerebrales en los deportes de alto impacto como el Casco Zero 1 y el gorro con monitor electrónico Checklight de Reebok.

La movilidad en los centros urbanos, no solamente con el uso de motocicletas y bicicletas, sino con el creciente mercado del servicio de reparto y auge de los scooters, que han abierto un espacio mucho más específico que algunos llaman de micro movilidad, presenta nuevos retos y oportunidades de diseño. Las ideas de lo plegable y la portabilidad en los cascos de bicicleta no son nuevas. En 2012 reseñamos el casco plegable Overade de la Agency 360 que dirige el diseñador francés Patrick Jouffret y en 2016 la diseñadora Isis Schifer, exalumna del Master of Industrial Design de Pratt Institute, se llevó el premio James Dyson con el casco de papel para bicicleta EcoHelmet.

Algunas personas se niegan a usar cascos de bicicleta porque encuentran estos productos muy grandes, pesados y casi todos con una estética deportiva muy marcada. El casco Newton-Rider N1, fabricado en Dinamarca con materiales semiblandos, destaca por su enfoque innovador: está concebido como una prenda de vestir que combina estilo con la eficiencia de un producto tecnológico.

El Newton-Rider N1 se pliega para guardarlo y la protección proviene de una serie de paneles conectados con un tejido elástico, poroso y duradero. Cada panel está fabricado con tres capas de protección: una cubierta de policarbonato rígido, una espuma de poliuretano elástica que absorbe los golpes y un núcleo interior compuesto por lo que la gente de Newton-Rider llama «supermoléculas, creadas a partir de un elastómero termoplástico no newtoniano patentado».

El proyecto de Newton-Rider comenzó a principios de 2019 con un equipo central de tres profesionales: el alemán Daniel Bünger, con Maestría en Ingeniería y especialidad en Bio y Nano tecnologías, el diseñador Industrial Wil Marschall, neozelandés radicado en Inglaterra y el diseñador danés Ulrik Jensen.

En 2020 lanzaron en Indiegogo una no tan exitosa campaña de fondeo, aunque el proyecto ya había recibido un financiamiento por el Estado a través del Danish Innovation Fund.

Sobre la comodidad los diseñadores dicen que «no hay dos cabezas que tengan exactamente la misma forma y configuración, por lo que tradicionalmente los cascos vienen con una variedad de almohadillas de espuma para colocar dentro y tratar de que el casco se ajuste de alguna manera».

El Newton-Rider N1 pesa en 450 gramos y por el uso de materiales elásticos puede adaptarse a los diferentes tamaños y formas de cabezas. Esta versión del casco lleva integrado un chip con tecnología NFC (Near-field Communication) que crea protocolos de comunicación con dispositivos electrónicos para diferentes propósitos y aplicaciones.

En la movilidad urbana, los cascos protectores deben lograr lo mismo que han conseguido tipologías de productos médicos como los anteojos y los zapatos, integrarse en el ámbito de la moda. De la misma forma como hemos visto objetos que surgen de la fusión entre la joyería y los productos wearables.

Información

Newton-Rider / Mobility Helmet
www.newton-rider.com

[imágenes: Newton-Rider]

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