El diseño virtuoso: de la empatía a la compasión

En un mundo polarizado, intransigente y hostil, parece cada vez más fácil entregarse al poder del conocimiento y abandonar la virtud en un polvoriento sótano. Sometidos a manipulaciones y engaños, hemos acabado pensando que practicar la compasión con las personas diferentes o desfavorecidas era un inconveniente para mantener lo que tenemos o conseguir lo que deseamos. A fin de cuentas, la compasión no sirve para alcanzar el éxito empresarial, ser un líder carismático o tener más seguidores en las redes sociales.

«Considerate la vostra semenza: fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e canoscenza.»

Dante Alighieri, Divina Commedia, Inferno.

Sin embargo, el mundo necesita compasión hoy más que nunca y va a ser un valor cultural cada vez más demandado por empresas y organizaciones. Como dijo el Premio Nobel de la Paz Albert Schweitzer, «el propósito de la vida humana es servir y mostrar compasión y voluntad de ayudar a los demás». Los diseñadores, que siempre habíamos considerado a la empatía como uno de los elementos más relevantes de nuestra caja de herramientas conceptuales, hoy debemos dar un paso más y abrazar la compasión como guía de todas nuestras acciones.

La empatía es nuestra capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otras personas, de ver lo que ven, sentir lo que sienten y experimentar las cosas como lo hacen. La empatía implica dejar de lado nuestras propias ideas preconcebidas sobre el mundo y comprender las ideas, las necesidades y las motivaciones de las personas para las que diseñamos. Sin embargo, para muchos diseñadores, la empatía es una herramienta para alcanzar el conocimiento, no para impulsar un comportamiento ético.

Aunque están estrechamente relacionadas, la compasión y la empatía son fundamentalmente diferentes. Mientras la empatía es la capacidad de verse a uno mismo en el lugar de otra persona, la compasión añade una nueva dimensión: la vocación de ayudar.

A lo largo de la historia, muchos diseñadores han sentido el impulso de actuar para evitar el sufrimiento de otras personas en una enorme variedad de situaciones. Tal vez una de las más fascinantes y significativas sea el diseño de Cadeira de beira de estrada, una ingeniosa silla de carretera creada por Lina Bo Bardi (1914–1992) en 1967. Mientras esperaba un autobús, se le ocurrió reunir los pocos materiales que pudo encontrar en el entorno inmediato para crear un asiento improvisado. Atando tres ramas de árboles en forma piramidal, Bo Bardi encontró la geometría mínima para este elemental mueble.

Cadeira de beira de estrada, Lina Bo Bardi, 1967.

Inspirada en los diseños vernáculos que encontró durante sus viajes por el noreste de Brasil, esta silla permitía a las personas resolver una cuestión práctica: las interminables esperas de la movilidad rural en latitudes tropicales. Con poquísimos elementos, Bo Bardi creó un soporte corporal básico y lo puso a disposición de quien quisiera reproducirlo. Esta silla de carretera es un retorno a la tecnología indígena para trasladar un mensaje de resistencia frente al abandono e impulsar la compasión.

Otro de los ejemplos más emblemáticos del poder de la compasión en el diseño de productos, fue la creación de Hippo Water Roller. Según recordaba recientemente Unicef, 748 millones de personas en todo el mundo tienen serios problemas para acceder al agua potable. Sin embargo, a veces es muy difícil ver las tragedias humanas que se esconden detrás de cada estadística.

Hippo Water Roller, Pettie Petzer y Johan Jonker, 1991.

Pettie Petzer y Johan Jonker, dos ingenieros sudafricanos que habían sido testigos del sufrimiento asociado a la escasez de agua en las comunidades rurales de su país, diseñaron en 1991 un sencillo bidón que permitía transportar agua de manera mucho más rápida, fácil y eficiente que los métodos tradicionales. Hippo Water Roller está diseñado para transportar 90 litros de agua por los duros y difíciles terrenos rurales donde se necesita. La pesada carga se transporta rodando sobre el suelo, lo que reduce el sufrimiento y permite a las comunidades dedicar más tiempo a otras actividades, como el juego y la educación de los niños o la producción de alimentos. Una tecnología extremadamente simple que se ha extendido a 56 países y que ha tenido un impacto positivo en más de 650.000 personas.

Como decía el monje budista y activista por la paz Thich Nhat Hanh, «la compasión es un verbo, un hacer, no una abstracción; una verdadera fuerza de cambio, no un signo de debilidad».

…«el diseño es siempre educación»

El diseñador y provocador cultural Enzo Mari (1932–2020) publicó en 1974 Proposta per un’autoprogettazione, un libro que con el paso del tiempo se ha convertido en un hito imprescindible de la cultura italiana del proyecto. Con este libro, Mari defendió la democratización del diseño y promulgó la idea de que las personas construyeran sus propios muebles cuando les hicieran falta. El volumen contenía dibujos y planos constructivos, publicados bajo licencia libre y abierta, de un set completo de muebles concebidos para ser fabricados y ensamblados por cualquier persona.

Enzo Mari, Proposta per un’autoprogettazione, 1974.

Mari decidió trabajar en un proyecto que impulsara la creatividad a través de la práctica de la autoconstrucción, una aproximación absolutamente revolucionaria para la época. Cincuenta años después, aún se celebran numerosos talleres en todo el mundo que, tomando como punto de partida sus proyectos, tratan de ampliar el papel del diseño como actitud creadora, mucho más allá del mero producto. El objetivo de Mari no era la reproducción de un modelo, sino el desarrollo de un pensamiento crítico sobre el significado más profundo del diseño. Como solía decir, «el diseño es siempre educación».

Hoy los diseñadores debemos inspirarnos en estos y otros fascinantes proyectos para recuperar los lazos que nos unen a los demás y a la naturaleza, proclamar la compasión en lugar de la empatía y dar alas a la fraternidad que aún nos queda bajo las desigualdades endémicas del capitalismo y los importantes retos ambientales que tenemos a las puertas.

Ulises tiene finalmente razón, el conocimiento sin virtud no nos conduce a ningún sitio. Hoy más que nunca necesitamos ambas actitudes, la empatía y la compasión. Como Enzo Mari ya afirmara en el Manifiesto de Barcelona de 1999, «la ética es el objetivo de todo proyecto».

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