El Diseño Amoroso: hagamos el amor

Hablando del amor, probablemente sea el principal tema sobre el cual se han escrito innumerables obras en toda la historia de la humanidad. Y no es para menos cuando se trata de ese concepto universal que, indistintamente del punto de vista o ideología que lo defina, tiene que ver con la ideas de afinidad, unión y respeto entre seres que exalta el espíritu de aquellos que lo profesan. Podemos definir el amor como un sentimiento que se origina en la primitiva emoción de la ‘alegría’, por tanto, aquello que amamos siempre tendrá una base emocional compuesta por estados físicos y psicológicos agradables, de bienestar y confort.

Cuando nos relacionamos con alguien nuestra conciencia se activa, se altera nuestra atención y nuestro cerebro responderá según los datos que la memoria le envíe. Cuando hablamos del amor, ese estado que produce el cerebro será de bienestar, intenso, con altos niveles de energía, fresco, luminoso y nos invadirá una poderosa disposición y valoración hacia quien lo ha generado. De esta manera, el amor surge de la relación entre dos personas que, en su práctica general, se sustenta en el afecto, la bondad, la compasión, la aceptación, la adaptación y el respeto. En la mutua relación, aquel que nos maltrata, nos molesta, nos cansa, nos desconoce o nos exige grandes esfuerzos para relacionarnos, sencillamente está alejado de los principios del amor.

Y, en el ámbito del diseño ¿existe el amor? Si extrapolamos la esencia del sentimiento (y fuera de cualquier grado de ‘objetofilia’ o banal materialismo), se puede afirmar que existen relaciones físicas y psicológicas entre las personas y los objetos de diseño que se apoyan en el bienestar y el confort, es decir, existen relaciones entre éstos basadas en el amor.

Ciertamente un objeto de diseño es un ente inanimado que carece de emociones y sentimientos, pero en su acepción más elemental y ontológica, es una entidad que existe (material, concreta) y está dotada de propiedades sustanciales que permiten representarlo. Por lo tanto, todo objeto al cual le prestamos atención, tiene la capacidad de estimular nuestros sentidos y con ello comienza el complejo proceso en nuestro cerebro que finalmente nos lleva a valorarlo y comportarnos de determinada manera.

Los objetos nos afectan, modifican nuestro cuerpo y mente, hacen que nos comportemos de diversas maneras y, en virtud de ello, emitimos juicios de valor y determinamos nuestra relación con ellos.

Así, un objeto puede hacer que nos sintamos bien o mal, puede incomodarnos o agradarnos, puede confundirnos o aclararnos, puede maltratarnos o respetarnos, puede adaptarse a nosotros o puede exigir que nos adaptemos a él.

No obstante, como seres humanos estamos predispuestos a las relaciones emocionalmente alegres, por lo cual, los objetos de diseño (que en definitiva son entes creados por los propios humanos para resolver problemas y exaltar la condición humana) están obligados a enaltecer el confort, el respeto, la adaptación a las capacidades físicas y psicológicas de las personas, en suma, el diseño debe engrandecer el amor.

El verdadero amor no se decreta, proclama o se exhibe, simplemente se manifiesta. Si tomamos una herramienta con nuestras manos, y al poco tiempo de usarla éstas nos duelen o se produce una leve herida, sencillamente ahí no existe el amor, porque aquello que nos maltrata no nos ama.

Si queremos llegar rápidamente a una oficina dentro de un edificio desconocido por nosotros y luego de leer una señal en la pared terminamos confundidos o en un lugar totalmente distinto, el amor no estuvo presente ahí, porque aquello que nos confunde o nos desorienta no nos ama.

El diseño amoroso es aquel que comprende a las personas y se adapta a sus condiciones para ayudarle a conseguir lo que desea sobre la base del confort y el respeto.

El amor no acepta condicionamientos; no se puede amar exigiendo leves sacrificios. No se puede forzar levemente el ojo de una persona para que lea un anuncio gráfico alegando que sólo será por unos segundos. No se puede generar un pequeño dolor al sentarse en una silla justificando que la persona sólo se sentará una vez. Cuando una persona maltrata a otra en nombre del amor, no interesa si es leve o fuerte, en definitiva es una ofensa.

Todo ello significa que el diseñador debe tener un sincero sentido del amor hacia los potenciales usuarios de sus objetos de diseño. La generación espontánea es una falacia; los objetos en algún momento fueron el pensamiento de alguien, y si éstos provocan algún tipo de daño, confusión, incomodidad o frustración (por conciencia u omisión) el amor pareciera no estar internalizado en su creador.

En el año 2005, la empresa Monsanto le encargó al estudio de diseño belga Smidesign un nuevo diseño del envase de su producto ‘roundup’ debido a las deficiencias ergonómicas que presentan esos tradicionales contenedores. Con el nombre en código “Swan” (cisne), se trató de una transformación completa en comparación con las botellas rociadoras existentes. Más allá del contenido químico (que en la actualidad está seriamente criticado), el diseño se pensó para ser utilizado con una sola mano para dar libertad de uso a la otra, además que el peso del líquido ya no está soportado por la muñeca y los dedos, ahora descansa en el antebrazo. Asimismo, se consideró un mayor espacio para la etiqueta de manera que generara el impacto en las estanterías y se ubicara visualmente más rápido. Además de las consideraciones ecológicas (al menos en el diseño del envase).

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El diseño amoroso tiene como fundamento el bienestar de las personas, su comodidad, su seguridad, su alegría. Y el mensaje es claro: hagamos el amor desde el diseño.

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  1. luis dice:

    Excelente.Me encanto leer sobre materia de gran interés para diseñadores y profesionales de las Cs.Sociales.Muy inteligentes y relevantes.Mil gracias por darme la oportunidad que me brindaron de leer vuestros puntos de vista.

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