Educación del diseño en Venezuela: problemas reales y amenazas invisibles
Cualquier conexión que podamos hacer del diseño con los temas relacionados con la educación, estará en un terreno complejo y lleno de aristas. Nos arriesgaremos con algunas anotaciones sobre esto, como una provocación para los que hemos estado muy cerca de la educación del diseño, especialmente en Venezuela.
Estas notas las hacemos luego de conocer de un artículo publicado en el reconocido espacio latinoamericano de debate y reflexión Foroalfa, donde un profesional del diseño en Venezuela escribe: Educación para la vida, educación para el diseño.
Por tratarse de un asunto de una dimensión que escapa a lo instrumental, es decir, a lo meramente técnico y específico de la disciplina, resulta muy sencillo colocarlo en las discusiones, carencias, desperfectos, aciertos y profundidades de las variables que mueven a la sociedad. Referirse a la educación del diseño simplemente tomando ejemplos de casos exitosos en otras áreas del conocimiento, sin hacer los puentes necesarios para conocer la pertinencia de esa operación, resulta sin sentido, ingenuo y pobre.
La educación del diseño, creemos que de una forma general pero específicamente en Venezuela, no puede ser objeto de un ataque irresponsable con frases trilladas o basado en comparaciones de vida sin ningún beneficio para el desarrollo de la disciplina. Nuevamente, el granito de arena parece ser lo más contundente que se tiene como un aporte real, además de hacer una conexión con el gran asunto relacionado a los modelos educativos, que supuestamente no dan cuenta de los problemas reales, de las incongruencias de la academia con la vida.
Amenazas Invisibles
Hablar de la educación del diseño supone también comprender que la disciplina tiene algunas diferencias en sus espacios de acción. Que el tránsito entre sus ramificaciones ocurre de manera casi accidental entre el 2D y el 3D, entre la bidimensionalidad y la tridimensionalidad. Y que, finalmente, el tiempo determina el estado de los objetos, por lo que la incorporación de la variable ‘tiempo’ condiciona los nuevos artefactos de comunicación. Este recorrido de las formas ocurre con igual intensidad en la comunicación visual, en el diseño tridimensional y en la moda.
Lo que definitivamente hace importante a las operaciones que realiza el diseño, en el trabajo con la forma, es su conexión con el contexto. Aquí hay que entender el contexto como la oportunidad para producir respuestas de diseño anticipadas, pertinentes y útiles para la sociedad.
Algunas amenazas aparentes en el desarrollo de la disciplina desde la academia se colocan como centro del debate. Tal es el caso de la proliferación de herramientas digitales, especialmente en la actividad del diseño gráfico, donde se pone en manos de personas no especializadas la posibilidad de producir y manipular objetos visuales. Esta nueva realidad, objeto de una discusión absurda y agotada desde la incorporación de la computadora en el proceso de diseño, constituye un avance en la democratización del conocimiento. Los profesionales que se sienten amenazados por esta manera pública sobre la utilización de la oferta tecnológica, simplemente asumen su campo de acción limitado a la epidermis de los problemas.
Todavía mucho más específico es el caso de los Videojuegos. Las expresiones simplistas e ingenuas sobre la penetración de experiencias digitales en forma de ‘juegos’, que hacen parte de la vida cotidiana en el entretenimiento de niños, jóvenes y adultos, aparecen como discursos conservadores venidos de sectores de la sociedad que solamente consumen y que no tienen los medios para transformar esa realidad. La presencia de esas nuevas prácticas debería representar para las escuelas de diseño los espacios de oportunidad para el desarrollo de nuevos contenidos y nuevas maneras de uso y manipulación de las tecnologías. Una oportunidad clara para la investigación de otras aplicaciones en campos como la salud, la movilidad o la innovación social. La amenaza luce clara cuando no se introducen en los programas de enseñanza del diseño ningún conocimiento que al menos de cuenta de la revisión del fenómeno.
El discurso competente
Las críticas que se hacen sobre los programas de diseño en todo el mundo, comparten de alguna manera los mismos tópicos: infraestructura para la enseñanza, composición del pensum, cuerpo de docentes, calidad y vocación del ingreso de estudiantes, campos de actuación profesional, tipos de problemas que se abordan en los proyectos o costos de matrícula. Todos estos asuntos tienen que ser parte de discusiones y mesas de trabajo donde se puedan determinar al menos los niveles mínimos para una educación de calidad y no pensar que se trata de un debate público donde se abre el micrófono para simplemente asumir verdades que serán aplaudidas por seguidores automáticos.
Para Marilena Chaui, filósofa y profesora de historia de la Universidade de São Paulo, en su libro Cultura e Democracia: O Discurso Competente e Outras Falas (1981), estas posturas discursivas las llama «discurso competente: aquel que puede ser proferido, oído y aceptado como verdadero o autorizado, porque aquel que lo profiere ya perdió los lazos con el lugar y el tiempo de su origen». Esto es, que los discursos tienen textura de verdad simplemente porque ya no forman parte directa del asunto que se aborda.
El ‘discurso competente’ desarma cualquier posibilidad de defensa. Es una forma de manipulación mediática que desvía intencionalmente el verdadero centro de la discusión y por tanto cualquier aproximación medianamente seria sobre los asuntos queda en segundo plano, aunque en la conclusión del discurso, con un frágil enlace, se pretenda otorgar la potencia de la verdad al sujeto de fondo.
Utilizar ejemplos como el éxito de las campañas planetarias de concientización sobre la vida animal que hace la World Wildlife Fund – WWF o el fenómeno del Sistema Nacional de Orquestas en Venezuela, en una especie de ‘discurso competente’ frente al problema de la educación en el país, es desconocer cuales son las posibilidades del diseño en hacer parte activa de esos procesos. En el primer caso, el conocimiento y compromiso con el contenido, que escapa de las poderosas estrategias formales que han sido utilizadas, debería ser revisado a fondo para saber si realmente los diseñadores lo suscriben. El uso de un Oso Panda como símbolo de la lucha en la defensa del medio natural, según el biólogo uruguayo Aramis Latchinian en su libro Globotomía, que ya reseñamos en este espacio como Globotomía: datos pendencieros para reconstruir el concepto de Ecodiseño, «Millones de dólares invertidos en los escenarios mediáticos, pero especialmente en el desarrollo de nuevas drogas para que un animal, de los cuales solamente quedan cerca de 1000 en todo el mundo, pueda aparearse. El desarrollo de un ‘Viagra’ especial, para una especie que natural e invariablemente va a desaparecer, mientras otras miles de especies nuevas están a la espera de ser catalogadas, estudiadas y preservadas».
En el caso del Sistema, y su posible replicación como modelo para la estructura de educación del diseño, se olvida que el gran éxito del que goza actualmente este programa en su penetración en la sociedad venezolana es parte de un proceso con características muy particulares. De estas podríamos mencionar específicamente dos, que algunas propuestas de enseñanza de diseño en Venezuela, ‘alternativas y libres’, no estarían en condiciones de ofrecer: la creación de un espacio universitario para la formación de profesionales de la música y el tiempo en horas de trabajo dedicado a la formación, ejercitación y desarrollo de una carrera musical por parte de docentes y alumnos que conforman las orquestas del Sistema.
La academia y el contexto
Este dipolo parece ser también uno de los temas más discutidos dentro y fuera de los espacios universitarios. Queda claro que la formación de diseñadores no puede estar dedicada a la creación de objetos de contemplación, a meros espacios del deleite visual puro. Hay un contexto y una sociedad que espera respuestas, que dispara requerimientos, pero que también necesita ser guiada por quiénes han decidido embarcarse en disciplinas de proyecto, donde su único campo de intervención es el futuro.
Para entender la relación del entorno con la academia es necesario conocer, estudiar y aprender de ambas partes del dipolo. En Venezuela, algunas escuelas de diseño han conseguido entender que la oferta de programas con otros alcances, estructurados en forma de postgrados y/o diplomados, atenderá problemas relacionados con el contexto, que las estructuras de tercer nivel no dan cuenta, básicamente porque hay un espacio necesario de formación inicial del diseño que hay que atender. Casos como el Máster en Diseño, Gestión y Desarrollo de Nuevos Productos de la Escuela de Diseño Industrial de la Universidad de Los Andes en Mérida, en conjunto con la Universidad Politécnica de Valencia en España, y el Diplomado en Diseño e Innovación Social recién creado por Prodiseño, Escuela de Comunicación Visual y Diseño en conjunto con la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, demuestran un estado de madurez de ambas instituciones en la formación de profesionales que puedan revisar problemas de mayor complejidad e igualmente donde se puedan formar docentes dentro del país que permitan reforzar los cuadros de profesores junto a profesionales que imparten cátedra.
Estas dos iniciativas que mencionamos aquí, han sido promovidas desde instituciones que están muy lejos de parecer un negocio. La primera es una Escuela de Diseño que funciona en una universidad nacional pública y la segunda, una Asociación Civil, sin fines de lucro. Estas dos condiciones no dejan espacio para cualquier intención de generalizar la oferta educativa, ni mucho menos proferir como cierto que la educación del diseño en Venezuela es un negocio. Esta oportunidad de cuarto nivel se realiza en el convencimiento que solamente con la integración de profesionales de otras áreas del conocimiento en la dirección y orientación de los trabajos que se realicen, es posible acercar las respuestas de diseño al contexto. Una apuesta clara a la interdisciplinariedad, al carácter transdisciplinario que debe permear cualquier discusión posible, cualquier respuesta de diseño pertinente, real y factible en el tiempo. Una reflexión sobre la forma y el contenido que entienda su responsabilidad con el contexto.
Los profesionales que actúan en el campo del diseño en Venezuela, muchos con larga experiencia y reconocida trayectoria, han sido convocados para formar parte de los cuadros de formación en las escuelas y muchos de ellos actualmente están conectados con la academia. Pero en otros casos, los espacios académicos no ofrecen las condiciones salariales apropiadas parece ser la única razón para no ingresar en la difícil tarea de formar diseñadores. Esta postura mezquina, que por un lado aboga por una educación de calidad con reclamos torpes asociados a la supervivencia personal, no permite reconocer la necesidad de participar activamente en los procesos de enseñanza.
Finalmente, así como los procesos de innovación no se decretan sino se validan en el tiempo por su éxito o fracaso y se evalúan por otros; las posturas éticas, relacionadas particularmente con la educación del diseño en Venezuela, no se anuncian. «Todos somos iguales, pero unos son más iguales que otros» es el riesgo que se corre cuando surge la ética para la validación de los juicios.