Diseño y modelo social

industria1Al margen de las definiciones teóricas, cuando preguntamos qué es el diseño son muchas las respuestas que vienen a decirnos que es una actitud, una visión del mundo, que es comunicación, una manera de ver y plantear la vida y/o una herramienta para hacer de nuestro entorno y lo cotidiano algo mucho más cómodo para el ser humano. Seguramente todos, desde dentro y desde fuera de nuestro sector, coincidimos en que puede ser todo eso. Pero también es mucho más y conviene decirlo y defenderlo por la importancia que puede tener en las vidas más anónimas.

Si salimos de las respuestas más idealizadas y más intimistas podemos decir con bastante rotundidad que el diseño es un elemento clave en el dibujo de las sociedades modernas.

Tal y como detallaba en mi ponencia: “El diseño importa y exporta”, dentro del Congreso malagueño de Diseño Industrial “EstoEsDI” en 2014, el ranking formado por los 25 países con las economías más fuertes del mundo comparte un importante denominador común; el diseño. No es una casualidad porque todos, sin excepción, son también los países que derivan más presupuesto y más recursos a diseño, siendo una pieza clave e indiscutible que configura, conjuntamente con otros muchos agentes, el dibujo de esas sociedades de referencia.

Contrastada la importancia del diseño en la arquitectura de una sociedad, la pregunta que deberíamos hacernos, y lógicamente respondernos, es la de:

¿Qué sociedad queremos y qué diseño contribuye activamente al logro de esa sociedad?

No es una pregunta fácil ni de rápida respuesta, más aun si no tenemos muy claro que el diseño no es un ente aislado sino que, dentro de una estrategia de estado, formará parte del esfuerzo múltiple de un sinfín de agentes, sectores y políticas. Así que para responder con criterio tenemos que tener muy claro que agentes deben acompañar al diseño en las estructuraciones sociales.

Está muy claro que todos los sistemas y modelos sociales son muy mejorables y que la cultura es un bien innegociable para cualquier pueblo pero, sin hipocresía alguna, debemos de admitir con sincera normalidad las bondades y las posibilidades que nos ofrece vivir en los contextos socialmente más ricos, económicamente hablando, salvo las cuatro excepciones que todos conocemos. De este modo, es lógico pensar que las sociedades más prósperas han acabado convertidas en reflejo del progreso y hoy nos sirven a otras muchas como espejo para instaurar sus políticas socio-económicas así como para seguir sus planes de desarrollo, I+D+I y diseño.

Bajo esta realidad, no deberíamos dudar del papel que la industria ha tenido -y tiene aún- en esas 25 economías y en muchas otras aunque hoy se teorice (y se especule) sobre el papel del diseño en las sociedades futuras, donde vienen a decirnos que la industria estará cada vez más cuestionada. Parece que se nos quiere preparar, bajo esas doctrinas, para caminar hacía un futuro en el que el diseño, sobre todo el diseño industrial, estará bastante desvinculado de este sector concreto –en su acepción tradicional- a favor de lo que hoy se denomina “la nueva industria”, las nuevas tecnologías, las experiencias y los servicios.

Ante la permeabilidad de nuestro sector, personalmente pienso que son planteamientos que debemos tomar con total reservas porque, acertados o no, suelen influir normalmente de forma directa en el diseño y por extensión pueden también limitar las posibilidades reales que éste tiene para convertirse en participante activo y directo en la construcción de una nueva sociedad y/o su progreso. Afortunadamente creo que estos nuevos presagios suelen estar basados, no solo en posturas algo radicales de tipo anti-industriales, anti-capitalistas o anti-consumismo, que aprovechan esta coyuntura para penalizar un modelo derivado directamente del sector industrial que, para ellos, ha sido el causante de todos los males del mundo sino que también podemos englobar estos futuribles a partir de los en análisis excesivamente superficiales que suelen hacerse al revisar el enorme cambio técnico-socio-industrial-económico-estructural al que venimos asistiendo de forma continuada durante las últimas décadas. En este sentido, espero sinceramente que muchas de estas máximas tengan muy poco recorrido.

Admito que los países más avanzados – ayer denominados “industrializados”- han ido reduciendo aparentemente la importancia económica de este sector, situándose hoy de media en el entorno del 20 % del total de sus fuentes de ingreso. Pero no es menos cierto, y esta es la realidad más objetiva, que es debido principalmente a la modernización de la industria y sobretodo al hecho de que ésta ha ido externalizando muchas de sus labores; transporte, gestión, comercio, finanzas especializadas… lo que ha ido generando y/o ampliando el peso de otros muchos sectores que hoy sobreviven, crecen y tienen sentido exclusivamente a partir del mismo. Quizás cometemos un error de lectura de los datos puesto que no suelen contabilizarse estos sectores dependientes dentro del propio sector industrial al dibujar el marco macroeconómico.

Estoy muy seguro que, de contabilizarse, podríamos estar hablando de un peso real por encima del 40%, tal y como se insinuaba en uno de los últimos informes del CECOT respecto al estado de la industria de Cataluña y la relación con otros sectores y agentes. Este es quizás un panorama que viene a mostrar una realidad mucho más objetiva, actualizada y precisa. Esto viene a decir que la industria, más allá de ser leída a través de sus porcentajes macroeconómicos, sigue siendo un sector crucial que, aun hoy, sigue mostrando con bastante nitidez la sanidad de toda una sociedad.

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El dilema no debería ser tanto cómo diseñar al margen de una industria tradicional, como auguran algunos, sino más bien cómo lograr que el diseño sirva mejor a la industria desde todos sus flancos, incluida lógicamente “la nueva industria” de la que tanto se habla.

Decir que la industria y por extensión el diseño tendrán un papel residual en las futuras sociedades es menospreciar en exceso a un sector que muy seguramente, pese a los pronósticos, podemos pensar que seguirá siendo fundamental en la futura configuración del mundo y sus sociedades. Y debemos tenerlo presente.

Si empezaba este breve escrito enumerando algunas de las cosas que todos entendemos por diseño, es justo acabarlo atribuyéndole una poderosa e importantísima responsabilidad; como lo es ser un agente clave y fundamental en la configuración de las sociedades. Por esta razón, es muy importante conocer los agentes reales y/o los sectores con los que el diseño debe sumar esfuerzos para lograr definir un futuro mejor para todos. Sin excepción alguna.

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