Diseño y diálogo hoy: leer, dialogar, narrar
Esta última entrega sobre educación y diseño abordará tres premisas claves a la hora de intervenir una comunidad. Ellas tienen como base estrategias para leer los espacios urbanos, ideas para abrir el diálogo social y propuestas para elaborar narrativas colectivas. La meta no es ofrecer una receta sino asomar, de forma sucinta, temas útiles para la formación de los comunicadores visuales hoy. Para graduar profesionales comprometidos con las urgencias del siglo XXI. En su conjunto son consideraciones, hechas desde la comunicación, para cambiar los discursos donde se despliega el poder por prácticas favorables al bien común.
1. La innovación social es la épica de una transformación
Al menos dos paradigmas pueden sustituirse cuando se plantea el diseño como estrategia de innovación colectiva, social: el sesgo ideológico y el ego creativo. El primero convierte al diseño en la fábrica de panfletos de un modelo político, económico o religioso. Es el camino de la sumisión; ahí la libertad ciudadana es sustituida por las rutinas del poder. El comunicador pierde su identidad y pasa a ser el servomecanismo de un gobierno, un partido o cualquier otra organización.
El segundo genera una esclavitud diferente. Ya no es una mitología política o religiosa a quien se debe obediencia sino a la vanidad. Alguien preso de su propia imagen desea repetirse como un eco en el espacio. Tiene la ilusión de estar llenando vacíos, solucionando problemas y generando cultura. Es un yo ofuscado incapaz de ver y escuchar.
Diseñar no es llenar, comunicar no es crear. En una comunidad no hay vacíos. Por más precaria que sea la vida de un pueblo, un barrio, una urbanización o toda una ciudad siempre está circulando la cultura. Diseñar pasa por deshacer los modelos dominantes, incluso el sí mismo, y tejer todas las voces, emociones, imágenes y memorias en un texto colectivo. Este tipo de diseñador es un aedo contemporáneo: alguien capaz de concatenar todas las historias de un lugar para luego narrar la épica de su transformación.
2. El diseñador primero es un lector
Roland Barthes escribió: “Texto quiere decir tejido, (…) perdido en ese tejido –esa textura– el sujeto se deshace en él como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela”. Cuando un lector entra en un espacio textual –un libro, una imagen, un filme, una ciudad, un universo– queda atrapado en él y ambos se transforman. El texto envuelve al lector y este lo interpreta; le ofrece una nueva vida a través de sus comentarios, de sus acciones. Un lector es alguien que piensa, anota, relaciona, busca, escucha, discute y se deja seducir. Leer es una intervención subversiva y a la vez una apertura. Le pertenece a la mente y al cuerpo, a las ideas y los sentidos: a los recorridos por el espacio, al intercambio y, también, al contacto íntimo.
El diseñador como lector es un cómplice del cambio social. Su presencia en una comunidad genera distorsiones en doble vía: él se transforma en la medida en que afecta el espacio y la vida de la gente. Esto es posible porque está abierto a reconocer al otro, a sentirse un ciudadano entre ciudadanos. Porque está dispuesto a un tipo de comunicación forjada en la escucha, en la mirada, en el tacto, en el sabor, en la complicidad, en la destreza para conectar y seducir, en las dudas y las ganas de saber.
3. El diálogo en el diseño inicia con una lectura activa
Julia Kristeva en su libro Semiótica explica que el “verbo leer tenía, para los antiguos, un significado que merece que recordemos y resaltemos (…). Leer era también ‘recoger’, ‘recolectar’, ‘espiar’, ‘reconocer las huellas’, ‘coger’, ‘robar’. Leer denota una participación agresiva, una activa apropiación del otro”. Apropiarse de algo es reconocerlo y desearlo. Recoger, espiar y recolectar son formas de escucha. Leer también es escuchar.
El diseño centrado en la innovación social debe comprometerse con la escucha. En realidad toda forma de comunicación debe hacerlo. No hay diálogo si no reconocemos y oímos al otro. Santiago Pol, maestro del diseño en Venezuela, afirma que el proceso creativo comienza en el oído. Pero escuchar no es conceder sino abrirse a la experiencia del espacio y aceptar las necesidades de quien lo ocupa. Un lector comprometido se gana la escucha.
Cuando fundamos el Diplomado en Diseño e Innovación Social entre la Universidad Católica Andrés Bello y la Escuela Prodiseño, nos guió el eslogan: “Novedoso es ser escuchado”. Hoy decimos: “El diseño es un diálogo transformador”. Desde el principio la idea ha sido cambiar la actitud; desplazar el ego que escucha y concede por la lectura comprometida con los afectos y necesidades de una comunidad. Permitirle al espacio hablar de sus bondades y carencias, de su cultura y expectativas, de su vida y tradiciones. Solo así puede darse el diseño como diálogo y compromiso: un sistema abierto donde no hay partes sino prójimos.
Información
SLAP / Comunicación y Discursos Estéticos Contemporáneos
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