Camillas/rejas: metáforas de poder en el patrimonio de la ciudad
Sin mucha precisión y con el riesgo de contar con ejemplos imperfectos, podemos decir que el pensamiento que circula en las ciudades está encarnado en artefactos de todas las escalas y para todos los propósitos. Así, las concentraciones urbanas son los grandes contenedores de los objetos y las ideas que nos rodean, en los espacios íntimos de lo privado y en la amplitud del territorio público y compartido. Por otro lado, las urbes han sido el plató de las guerras, las protestas y las plagas. De alguna manera, las ciudades son un gran escaparate en continua transformación y reciclaje, donde nosotros somos los actores (testigos, jueces o verdugos) del cambio. De allí aparecen las nuevas ideas que conforman la memoria y luego el patrimonio.
En este escenario de laboratorio de civilización, existe una materialidad en forma de objetos que se cambian de rol cuando emergen esas nuevas ideas. Un ejemplo de este cambio está en el relato de Carlos Álvarez Saá, en el libro Los Diarios Perdidos de Manuela Saenz y otros papeles, con un fragmento referido a los preparativos para la gran Batalla de Ayacucho de 1824, la última de las guerras independentistas lideradas por Simón Bolívar en Perú: «Bolívar y Manuela auspician la recolección de chatarra; de las iglesias confiscan las campanas para fundirlas, desbaratan las bancas y asientos para sacar los clavos de estaño y utilizar ese metal en la fabricación de armamento». El mobiliario urbano como material para la guerra.
De otra naturaleza, pero con el mismo orden de ideas, vemos las Casetas de Vigilancia que diseñamos y construimos en 1996 para la Universidad Central de Venezuela, en Caracas. Algunas de estas cabinas funcionales fueron incendiadas durante las protestas y violentas arremetidas del gobierno contra la población, que se sucedieron en la ciudad en 2014. Estos objetos acabaron siendo el escudo protector de las obras de arte que componen la Ciudad Universitaria de Caracas, Patrimonio arquitectónico universal por la Unesco. Objetos que funcionan como un ‘fusible urbano’ para la ciudad.
«… desbaratan las bancas y asientos para sacar los clavos de estaño y utilizar ese metal en la fabricación de armamento»
Son muchos lo ejemplos de situaciones similares que ocurren en todo el mundo, que necesitan ser registradas cuando se reflexiona sobre el tejido de las ciudades. Un caso singular y emblemático es lo que hay en algunas de las aceras de Londres. Sin mucha espectacularidad a simple vista y de poco interés como piezas del mobiliario urbano, en las aceras de la capital británica y en otras ciudades del Reino Unido, se pueden ver barandillas negras de acero con malla que recorren la ciudad. Rarezas urbanas que parecen piezas de la arquitectura de posguerra, pero que alguna vez tuvieron un propósito vital.
Durante el conocido Blitz, el ataque aéreo perpetrado por la aviación alemana (Luftwaffe), sobre el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial entre 1940 y 1941, el gobierno británico anticipó que se necesitarían equipos médicos en todos los niveles. Se crearon las Brigadas Antiaéreas (Air Raid Precaution – ARP), que después se convertirían en el Servicio Voluntario de Defensa Civil y se construyeron más de 600,000 camillas de acero, en fábricas del sector privado como la empresa Steelway en la ciudad de Wolverhampton y en otras ciudades.
Durante las noches del Blitz, los aviones nazis atacaban sin descanso y murieron más de 43.000 civiles británicos, 28,000 solamente en Londres. La fabricación de camillas de tamaño infantil habla sobre la conciencia de quienes serían víctimas de aquel espantoso capítulo de la historia. Los guardias de la ARP fueron provistos de una serie de objetos, incluyendo las camillas para transportar a los heridos y moribundos en las calles arruinadas de la ciudad.
Con un diseño sin lujo, destinado menos a la comodidad del paciente y más a los aspectos sanitarios, estas camillas, que luego se convirtieron en las cercas (stretcher fences), fueron hechas con una malla de alambre estirada entre dos tubulares metálicos y tenían unas singulares curvas cerca de los extremos que permitían separar al paciente del suelo, al mismo tiempo que espacio suficiente para levantarla. Se eligió el acero para que las camillas pudieran limpiarse y desinfectarse fácilmente contra gérmenes, suciedad y sangre o en caso de que la Luftwaffe emplease gas venenoso. Las camillas se produjeron rápidamente en masa y eran mucho más fáciles de limpiar que las convencionales de madera o lona.
Después de la guerra y a pesar de las numerosas bajas, las autoridades se quedaron con reservas de estas camillas. Así, fueron utilizadas como barandas en las urbanizaciones de posguerra, ya que kilómetros de en la ciudad de Londres particularmente habían sido eliminadas para ayudar a la producción de municiones. A diferencia de todo el armamento que repentinamente quedó obsoleto que terminó en la basura, las camillas ARP encontraron otra función.
Tras una campaña del Ayuntamiento de Londres por la recuperación de la ciudad, que pretendió todos los pasamanos de la ciudad y aparentemente arrojarlos al estuario del Támesis, quedaron agujeros en la ciudad que debían llenarse. La forma de las camillas calzaba perfectamente sobre los pequeños muros y separadores urbanos a lo largo de la vía pública, al borde de las aceras.
Hoy, las stretcher fences se pueden encontrar en muchas localidades de Londres como Peckham, Brixton o Deptford. Las estructuras metálicas también se usaron en otras ciudades como Leeds y también en Escocia, pero son más prominentes en el sur y el este de la capital.
«…el material del patrimonio construido en este episodio urbano tiene el reciclaje como centro y el valor invisible de los objetos como vehículo de su construcción».
El Consejo del Condado de Londres (London County Council – LCC) fue el principal órgano de gobierno local de la capital en el período de posguerra y de allí partió la iniciativa de reutilizar las camillas soldadas a unos tubos verticales para que sirvieran como rejas.
Muchas de las barandas sobrevivientes hoy están en muy malas condiciones y otras fueron retiradas por las autoridades locales. En años recientes se creó en Londres un grupo llamado The Stretcher Railing Society dedicado a la promoción, protección y preservación de las barandas de camillas ARP. Desde este grupo se cree que estas piezas son una parte importante del patrimonio de la Gran Bretaña y que deben ser preservadas. El grupo comenzó a catalogar las ubicaciones de estos pasamanos y la construcción de un mapa de ubicación.
Esta trágica y fascinante historia tiene como esencia la fuerza del Poder. La ciudad y su gente son los actores en tiempo real de una situación sostenida de emergencia.
Muchas son las lecturas desde el diseño que se pueden hacer sobre historias como esta. Podemos pensar que el material del patrimonio construido en este episodio urbano tiene el reciclaje como centro y el valor invisible de los objetos como vehículo de su construcción. El diseño también se trata de ver más allá del diseño.
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Información
Stretcher Railing Society
Facebook www.facebook.com/stretchersoc
Imágenes de las camillas en acción.