Artefactos bocabajo: acciones del UX equivocado y la invención
El uso de los objetos está marcado fundamentalmente por las narrativas del diseño de producto y por las condiciones de usabilidad que reciben los objetos durante el proyecto, sean éstas intencionales o no. En muchos casos las propuestas están llenas de suposiciones de uso y cargadas de promesas de prestaciones.
El psicólogo estadounidense James J. Gibson, uno de los contribuyentes más importantes en el campo de la percepción visual, acuñó el término affordance en 1966 y la definición de este concepto quedó muy bien establecida en su libro The Ecological Approach to Visual Perception de 1979. Fue el profesor de la Universidad de California e investigador de los procesos cognitivos Donald Norman, quien llevó este concepto de affordance al terreno de la interacción hombre-máquina, indicando que «la prestación es el aspecto de diseño de un objeto que sugiere cómo debe usarse el objeto; una pista visual de su función y uso».
Desde la ergonomía, el médico francés Alain Wisner, exdirector del Instituto de investigación en informática y automatización (INRIA) en París, fundador en 1955 del primer laboratorio de ergonomía de la Renault y fundador del paradigma de la antropotecnología, desarrolló en los años setenta una metodología llamada Análisis Ergonómico del Trabajo. Fundamentalmente, herramientas para entender desde la ergonomía las variables que condicionan las situaciones de trabajo. En las primeros pasos de la aplicación de esta metodología, Wisner proponía que las claves del análisis estaban en las diferencias entre el trabajo prescrito, en las tarea que se proponen y la actividad, lo que finalmente la gente hace. Probablemente, unos de los pioneros de lo que hoy llaman el UX Design.
Esta diferencia entre lo que se propone como secuencia de uso y lo que efectivamente se hace con los objetos, nos lleva a una de las dos historias menudas y muy poderosas que marcaron de manera radical el uso de productos a comienzos del siglo XXI. La primera, sobre la conocida historia del logo de la Apple en las computadoras portátiles y la segunda con los envases de la salsa de tomate que se usan bocabajo.
La comunicación visual en los objetos
En 2012, el ex empleado de Apple, Joe Moreno, reveló la historia detrás del ‘logo al revés’. Aparentemente, cuando Apple diseñó el PowerBook y más tarde con Steve Jobs el iBook, descubrieron que si colocaban el logotipo de la manzana al revés cuando la tapa estaba cerrada, la gente intentaría constantemente abrir el portátil por el lado equivocado, por las bisagras, porque desde ese ángulo el logo de Apple estaba boca arriba. Una tentativa de usar la marca para comunicar una función tan simple como abrir el computador. Jobs cedió ante la presión de su equipo de diseño y, probablemente influenciado por el equipo de marketing, decidió cambiar el logo de Apple de dirección: a partir del año 2001, todos los portátiles de Apple tienen la manzana en su posición natural al estar abiertos, lo que supone que está invertida cuando sus dueños lo abren.
Algunas anécdotas y mitos urbanos relatan el hecho que movilizó la empresa a recoger del mercado los portátiles para cambiar la orientación de la manzana. Uno de esos mitos, el que más nos gusta, habla de la sorpresa de ver el logo volteado en el laptop de un DJ durante un concierto de música electrónica.
Las invenciones cambian las formas de uso de los objetos
En el caso de los envases de la salsa de tomate fue el cambio de una tecnología que produjo el cambio, la incorporación de una invención en las formas de usar un producto. Los cambios en la forma de los contenedores de alimentos de la Heinz, que aparecen en la cronología Iconic Packaging: Heinz Ketchup Bottle, acusan una modificación en los contornos del envase sobre la misma relación de las partes: una base, el cuerpo de la botella y la boca (con la tapa). En 2001 estas botellas plásticas, uno de los productos más populares en todo el planeta, movieron la boca de salida de la salsa a la base del contenedor.
Se trata de esa pequeño orificio que que hoy vemos en gran cantidad de envases y que forzó los contenedores a permanecer boca abajo, un mecanismo patentado por el diseñador y fabricante Paul M. Brown en Michigan. A principio de los noventa Brown comenzó a trabajar sobre una solución para que los envases de champú no gotearan. En 1995, junto al fabricante de moldes Timothy R. Socier, registraron el invento bajo el nombre de Dispensing valve for Packaging. La válvula fue adquirida por la Gerber para uno de sus productos para niños, la NASA la compró para crear vasos que no se filtraran al espacio para sus astronautas y finalmente la poderosa de alimentos procesado Heinz compró los derechos de la válvula para usarla en los envases de salsa de tomate.
Durante la vida de los productos, las nuevas tecnologías y especialmente las invenciones, no producen este impacto sobre la forma y el uso de los objetos. Así, las turbinas reemplazaron las hélices de los aviones sin grandes modificaciones en la forma o los surtidores de energía eléctrica tienen la misma forma que los surtidores de gasolina.
Estos dos casos hablan de la evolución y constante transformación de los objetos, probablemente conectados con las ideas de los productos del futuro a las que el diseñador industrial uruguayo Álvaro Heinzen se refiere en su columna ¿Qué cambios enfrenta el campo del diseño?. Estos dos cambios surgieron sin el control del diseño, pero son ejemplos que sirven de coartada para los agotadores debates que intentan establecer las definiciones entre el UI (User Interface) y el UX (User Experience).
En el cambio en la orientación del logo de la Apple se pone de manifiesto que es con el uso de las cosas y la gente utilizando los productos que tenemos una aproximación real de los objetos. Es pensando en la gente de verdad durante el proceso de diseño que se tienen las respuestas sobre el uso de las cosas y no en las pretensiones teóricas y sobrevaluadas del ‘diseño centrado en el usuario’, que forman parte de los textos introductorios de casi todos los proyectos y se repiten como un mantra hasta que lleguen nuevos discursos.
Los envases de cientos de productos, desde la incorporación de la patente de Brown, han tenido que vivir en la ambigüedad de un objeto diseñado para estar ‘de pie’ sobre una base de mayor tamaño y un producto que descansa bocabajo para efectos de la eficiencia. Etiquetas diseñadas sobre un canvas invertido. También, la resistencia en el cambio de paradigma de las formas de uso de los objetos se produce por inercia en la evolución de la técnica y los objetos que llamamos de la Persistencia de la Forma.